La Gacela de Almagro.
Hace unos días por calle Corrientes y Medrano, una plenísima tarde de verano que en tanto había estado lloviendo, el aire estaba diáfano y había charcos que parecían de agua limpia en todas las aceras. Recuerdo haber estado pensando en eso, en la liviandad del charco por sobre el calor y el sol y esa temperatura. Entonces pasó un muchacho de piel caoba impoluta y al verlo se notaba claramente que estaba desfilando, era alto y esbelto, tenía el peinado en motas cortas, le faltaba un pedazo de pelo y de cuero cabelludo en la parte trasera inferior izquierda del cráneo, a la vista perceptible producto de alguna voraz caída o golpe traicionero, iba espléndida suelta como una paloma, con una pollera de simil cuero negro rota, en gajos, en desgajos y llevaba una bolsa de plástico grande con lo que parecían sus pertenencias más cercanas, una remerita ajustada negra e iba descalza, se abría de piernas a lo bailarina clásica sobre la senda peatonal y su platea era todo el tráfico detenido en el