El funeral de la orquídea


Al funeral de la orquídea vinieron unos entes de los jilgueros que la conocían de antes y una calavera de calandria que se pintó de carmín la boca para besar a la Reina muerta tendida y seca en su sarcófago de esqueletos de caracoles y la rodean un sin fin de yuyos tiesos de alta estirpe pampeana de esos que aguantan cualquier sequía con el pecho al viento y se empiezan a ver debajo centenares de hormigas únicas e íntimas amigas de la finadita aunque casi nadie sospecha lo mucho que se han reído juntas de algún chiste lejano en las siestas inhóspitas y sofocantes del verano. ¿ Y ahora ? algunas de ellas estarían pensando en enterrarla con orondos oropeles de pétalos redondos pero hay otras que quieren esperar el próximo aguacero y llevarla suavemente entre todas hasta la bajada de los pluviales y verla alejarse flotando hacia el río las últimas quieren preservar sus partes divisas y repartirlas por sus favoritos rincones en éste jardín extraño de tan personal ya ausente que casi perdido. - "solo le falta una mortaja blanca para estar perfectaaaa"- comentó la más anciana de las arañas susurrando las últimas vocales sibilinamente y en la distancia sus hijas se pusieron a tejer con todas sus patas el atuendo correspondiente para semejante partida desde entonces los gusanos de seda se la emprendieron con la idea de diseñar un sudario santo o en su defecto un largo manto para que nunca más pase frío y recién ahí cuando vuelva el invierno las campanillas llamarán a la misa de las siete puertas y todos rezaremos por ésta florecilla valiente que hoy nos deja sin mayores explicaciones.


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